lunes, 22 de octubre de 2007

Comer siempre con pan

El pan es un alimento fundamental en la alimentación y cultura gastronómica, pero en ocasiones se abusa de él
Autor: CRISTINA FERNÁNDEZ
Fecha de publicación: 17 de octubre de 2007 .- http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/



Desde que se inició la agricultura, el pan, junto con los cereales, ha sido el sustento principal de la humanidad. Ya en el siglo XX a.C. los egipcios comenzaron a elaborar los primeros panes. Su uso se extendió a Grecia y Roma, y de allí al resto del mundo. En la Edad Media se comenzaron a elaborar distintos tipos de panes, hecho que impulsó el comercio panadero. Todos los panes en aquel entonces se elaboraban a mano en el propio hogar, hasta que a finales del siglo XIX la maquinaria comenzó a reemplazar de forma progresiva al trabajo manual.


El pan destaca por su fácil acceso, riqueza nutritiva y bajo precio. No obstante, en la antigüedad, el tipo de pan consumido tenía implicaciones sociales. El pan blanco era privilegio de las clases pudientes y el negro estaba reservado para los pobres.


Una costumbre social
Por ser un alimento tan accesible, y tan arraigado en nuestras costumbres, el pan es un alimento insustituible en las mesas de nuestro país y en los países mediterráneos, al igual que lo es el arroz en Asia y Suramérica y las tortas de maíz en Centro y Suramérica.


En la sociedad actual no se concibe comer sin pan. Incluso este alimento no se racionaliza y está bien visto comer la cantidad que uno desee: una mesa no está del todo puesta si no hay una panera; se acostumbra a untar las salsas de los platos; se acompañan con pan los quesos o embutidos; es relativamente frecuente cenar un bocadillo... Lo mismo ocurre cuando se sale a comer fuera de casa: se sirve o se pide la cantidad de pan que uno quiere tomar, e incluso se repite ración.


Todos estos motivos hacen que no seamos consciente de que, según qué platos acompañen el menú, conviene moderar la cantidad de pan, aunque éste sea un alimento relevante en el marco de una dieta equilibrada. Pero el pan no se contempla como un alimento más, sino como algo obligado en comidas y cenas. Así, cuando se pregunta a muchas personas por lo que han comido, no mencionen el pan de forma frecuente, ya que se da por supuesto que estaba en la mesa.


El pan no se contempla como un alimento más, sino como algo obligado en comidas y cenas
En cambio, sí que hay mayor conciencia a la hora de racionalizar la cantidad de otros alimentos con una similitud nutritiva al pan, como legumbres, arroces o pastas. Esto es debido al desconocimiento de que, aunque se trata de alimentos muy diferentes en cuanto a presentación y sabor, comparten una composición nutricional muy similar.


En este sentido, es frecuente sumar una cantidad exagerada de pan a la de arroz, pasta, patata o legumbre tomada a lo largo del día. Este hábito, según las necesidades energéticas de quien lo siga, puede dar como resultado una dieta excesiva en carbohidratos. No obstante, y desde el punto de vista nutritivo, es tan erróneo ingerir este nutriente en exceso como hacerlo en cantidades insuficientes.


Necesidades diarias de pan
El pan es un alimento rico en carbohidratos. Las recomendaciones nutritivas establecen que los carbohidratos deben suponer como mínimo el 50% del valor energético total de la dieta. Así, en una dieta de 2000 calorías (recomendada para una persona adulta), unas 1000 deben proceder de estos nutrientes. Teniendo en cuenta que un gramo de carbohidratos aporta 4 kcal, estas 1000 kcal corresponden a unos 250 g de carbohidratos.


Comer demasiado pan puede desplazar a otros alimentos y desequilibrar el aporte total del resto de nutrientes


Para calcular la procedencia dietética de estos nutrientes se deben conocer los alimentos que lo contienen. Por un lado están los carbohidratos simples, abundantes en el azúcar, la mermelada, los dulces y las frutas. Por otro lado se encuentran los carbohidratos complejos, concentrados en cereales y derivados como el pan, las legumbres y los tubérculos, principalmente.


Hay gente que no puede comer sin pan, independientemente de lo que coma. Así, es habitual tomar un plato de arroz y la cantidad de pan que se acostumbra comer a diario. Por ejemplo, media barra de pan (125 g), cantidad nada exagerada para muchos comensales, aporta unos 60 g de carbohidratos. Siguiendo con el ejemplo anterior, la misma barra de pan aporta un 25% de los carbohidratos diarios requeridos por el organismo en una dieta equilibrada de unas 2000 kcal. Tomar más cantidad, sin contemplar el resto de alimentos ricos en carbohidratos de la dieta, puede desequilibrar el plan de alimentación cotidiano.


En el siguiente cuadro se pueden observar dos menús diferentes. En uno no se recorta la cantidad de pan, mientras que en el otro se reduce la cantidad de este alimento contemplando el equilibrio de carbohidratos por medio de otros alimentos. Por lo tanto, se puede comprobar la cantidad de carbohidratos ingeridos tanto en uno como en otro. Se observa que comer pan sin medida puede desplazar a otros alimentos y desequilibrar el aporte total del resto de nutrientes, incluidos los carbohidratos.

El cuadro de ejemplo muestra cómo comer pan sin contemplar la cantidad consumida del mismo supone un aporte extra a la dieta de 80 gramos de carbohidratos, traducido en unas 320 kcal diarias de más. Con el tiempo, si el gasto energético no se corresponde con el aporte energético extra, es inevitable que la persona con este hábito erróneo gane peso.


De pan, lo justo y necesario
Debido a la creencia de que los hidratos de carbono engordan y carecen de importancia nutritiva, su consumo es insuficiente. Sin embargo, estos alimentos son fundamentales y deben consumirse prácticamente en todas las comidas del día. Elaborado exclusivamente de harina, agua y sal (este último ingrediente es prescindible), el pan no contiene ningún nutriente cuyo consumo excesivo se asocie con un mayor riesgo en el desarrollo de las llamadas patologías occidentales (obesidad, diabetes, enfermedades de vasos sanguíneos y corazón).


Sin embargo, cabe recordar que hay que contemplarlo como al resto de farináceos (arroz, pasta, legumbres y patatas). De este modo, cuando se incluye una cantidad considerable de hidratos de carbono en una misma comida, se puede obviar el pan para que el balance nutricional se mantenga equilibrado.


Por ejemplo, acostumbrarse a no tomar pan o tomar lo justo «para empujar» delante de un buen plato de arroz, pasta o legumbre, así como medir su cantidad cuando se come tortilla de patata, es una sabia elección nutricional.

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viernes, 5 de octubre de 2007

El poder antioxidante de los champiñones

Un nuevo estudio proclama el poder antioxidante de los champiñones y su papel esencial en el sistema inmunológico

Este humilde ingrediente de ensaladas y guisos se reivindica ahora como potente antioxidante y esencial para el sistema inmune. Investigadores chinos y estadounidenses afirman que es la fuente natural más rica en ergotioneína

Autor: JORDI MONTANER |
Fecha de publicación: 28 de septiembre de 2007
Fuente: http://www.consumer.es

Un estudio publicado en la revista Journal of Nutrition da fe del potencial antioxidante de los rústicos champiñones (Agaricus bisporus) y apunta que el beneficio que su consumo conlleva en la salud podría trasladarse al ámbito de la inmunidad y los cánceres.

Dayong Wu, científico del Laboratorio de Inmunología Nutricional de la Universidad de Tufts (Massachussets), es primer firmante del artículo en el que se describe la investigación de los efectos de una dieta de champiñones en animales de experimentación (ratas C57BL/6). El estudio se ha llevado a cabo por expertos de la misma universidad junto con investigadores de la Universidad de Pensilvania y de la Agencia China para el Control y la Prevención de Enfermedades Comunicables. A la vista de los resultados, reclaman una extensión de sus indagaciones en clínica humana.

Ergotioneína
El mayor beneficio de los champiñones sobre la salud, suscriben los autores, radica en la ergotioneína, un aminoácido de origen vegetal que abastece de energía (ATP) a las mitocondrias celulares, aumentando el grado de eficacia con que el oxígeno interviene en el metabolismo. El resultado es una mayor producción de CO2 y menor fabricación de ácido láctico. A la par, la ergotioneína actúa en el organismo como poderoso antioxidante, cuyos efectos son particularmente apreciables en el hígado, el cristalino de los ojos y los glóbulos rojos (protege a la hemoglobina de la oxidación).

Si una de las fuentes más características de dicho aminoácido es el germen de trigo, Wu y colaboradores han mostrado en su trabajo que los champiñones poseen doce veces más ergotioneína que el subproducto cereal.

Protección infecciosa y antitumoral
Una de las observaciones más interesantes de este estudio fue que las ratas, alimentadas exclusivamente a base de champiñones, fueron más resistentes a las infecciones, un extremo que los investigadores desean corroborar cuanto antes en seres humanos. «Es la primera vez que se detecta un efecto del consumo de champiñones sobre la inmunidad», explica Wu, «y tenemos motivos para pensar que estos hongos refuerzan el sistema inmune adquirido y constituyen una primera línea de defensa del organismo frente a las infecciones».

El mayor beneficio de los champiñones radica en la ergotioneína, capaz de aumentar la eficacia con que el oxígeno interviene en el metabolismo

Los científicos alimentaron a las ratas durante 10 semanas con polvo blanco de champiñón (0,2-10%) y descubrieron que dicha suplementación aumentó la actividad de las células NK, la producción de factor de necrosis tumoral (TNF) y de interleucina-2 (IL-2). «Se piensa que la inactividad de las células NK está asociada al origen de algunos cánceres y a la susceptibilidad a resfriados y otras infecciones», asegura Wu. Además, los autores del trabajo subrayan que no hubo cambios en los linfocitos T ni en los macrófagos, garantizando además un suministro regular de IL-6, prostaglandina E2 y óxido nítrico. «Todo apunta a que un consumo regular de champiñones protege al organismo [habría que investigar detalladamente en qué medida] frente al desarrollo de tumores e infecciones», concluye Wu.

¿Con contraindicaciones?
Para otro investigador estadounidense, Paul Stamets, de la Universidad de Arizona, este hallazgo no aporta ninguna novedad. Micólogo de profesión, lleva años investigando en Tucson el efecto de distintos hongos en pacientes con cáncer o SIDA y ha patentado el empleo de especies que él mismo ha descubierto con potencial de herbicida a antivírico.

Autor de numerosas publicaciones y libros sobre la curación mediante setas y hongos, Stamets advierte, sin embargo, que los champiñones cultivados a gran escala (de coloración más blanca y pardusca que el champiñón de origen biológico) hacen gala en su composición de un agente químico, la agaritina, «no precisamente protectora frente al desarrollo de tumores». De hecho, se especula con que tenga propiedades carcinogénicas.

La Asociación de Cultivadores del Champiñón estadounidense contraataca garantizando que el consumo regular de champiñones inhibe el desarrollo de tumores de próstata o de mama. Y aportan más beneficios citando un estudio de Lawrence J. Cheskin, de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore), en el que vinculan el consumo de champiñones a un control del peso eficaz a partir de un efecto de saciedad mediante una ingestión hipocalórica.

Una seta universal


Pam Roth
Los tratados gastronómicos atribuyen a los franceses el origen del cultivo del champiñón y su empleo culinario desde hace menos de tres siglos. Pero lo cierto es que este hongo se cultiva en todo el mundo, y los chinos llevan empleándolo desde los inicios de la historia, unos mil años atrás. Además, el consumo de setas es conocido desde la prehistoria. Los egipcios las usaban bajo la creencia de que proporcionaban ya no inmunidad, sino inmortalidad. Los romanos, más terrenales, se recrearon en sus especuladas propiedades afrodisíacas y relegaron el consumo de setas a una exquisitez propia de las clases sociales de mayor rango.

En el estudio de Wu se pone un énfasis particular al hecho de que el champiñón vulgar abarque hoy un 90% del mercado de setas en Estados Unidos, por barato, nutritivo y fácil de obtener. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el hecho de que los demás hongos sean estrictamente estacionales y difíciles de conservar permite al champiñón hacerse con un 55% del mercado mundial de setas. La mitad de los champiñones cultivados se consume en fresco (crudos o guisados), un 45% va destinado a las conservas y el 5% restante se seca.

Los Países Bajos y China lideran el mercado mundial en la producción de champiñones. Ensaladas y pizzas copan la demanda de estos hongos en los alimentos preparados. Como alimento natural, el champiñón tiene la ventaja de no aportar ni sodio ni grasas, así como de tener muy pocas calorías y, en cambio, un buen compendio de minerales y vitaminas, destacando algunas de las vitaminas del grupo B y el potasio.

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