La palabra jengibre puede resultar para muchas personas un término conocido pero al mismo tiempo difícil de describir. Se trata de un condimento muy apreciado en todo el mundo desde hace miles de años, que se emplea también por sus propiedades medicinales. Esta hierba se cultiva en las regiones de India, China y en casi todas las regiones tropicales de América y del continente africano.
Dulce, picante y ligeramente amargo
El jengibre es una atractiva planta con pequeñas flores amarillas y violetas que recuerdan a los lirios. La parte que se usa como especia es la raíz gruesa, que se conoce con el nombre de rizoma.
Es el rizoma la parte esencial de la planta, tiene un sabor dulce e intensamente aromático, por lo que se emplea en numerosas preparaciones. El jengibre contiene una sustancia llamada gingerol que proporciona un sabor picante a este condimento.
Un buen digestivo
El jengibre se ha empleado durante muchos años con fines curativos gracias a los componentes que presenta en su composición. Resulta ideal para combatir las malas digestiones acompañadas frecuentemente de náuseas, vómitos, mareos, así como para eliminar gases. Una fórmula excepcional para quienes sufren problemas digestivos es tomar una infusión de jengibre. Es algo tan sencillo como trocear una parte de rizoma y pulverizarlo. Se añade una cucharada sopera por cada taza de agua y se deja hervir entre 3 y 5 minutos.
La planta de jengibre también se emplea en afecciones respiratorias, estimula la circulación, ayuda a recobrar el apetito y actúa como laxante y analgésico.
¿En qué forma se encuentra?
El jengibre se puede adquirir fresco, seco, en conserva, confitado y hasta recubierto de chocolate y puede estar en distintos formatos; molido, cristalizado, cortado en lonchas o en palitos.
El rizoma fresco de la planta se conserva bien en refrigeración durante 3 semanas sin pelar hasta el momento de consumo. Para mejorar su conservación se puede mantener congelado durante meses.
El jengibre seco se conserva durante más tiempo que el fresco, sin embargo, con el tiempo puede ir perdiendo algo de olor y de sabor. Para que conserve sus propiedades medicinales y organolépticas -olor, aroma, sabor-, se ha de guardar en recipientes herméticos y almacenar en lugares frescos y secos. La forma de presentación más utilizada es la del jengibre molido a partir del rizoma seco. También se puede encontrar el jengibre cristalizado, que son los trozos de rizoma seco, escarchados y recubiertos de azúcar.
Otra forma de adquirir el jengibre es en conserva, y recibe el nombre de tronco de jengibre. Los rizomas frescos están macerados en almíbar y se suelen conservar en tarros de cerámica a temperatura ambiente hasta abrir el envase.
También se puede encontrar jengibre en infusiones, como aceite esencial o en cápsulas.
Para lo dulce y lo salado
El jengibre es un condimento que se adapta a muchas elaboraciones, tanto dulces como saladas. Como condimento se emplea en salsas -como la de soja o el curry-, sopas y cremas, carnes, aves , pescados, mariscos y hortalizas. También se utiliza para aromatizar postres de fruta -especialmente manzanas y plátanos asados- así como para elaborar repostería -pasteles, tartas, galletas, bizcochos o panes dulces-.
Eso sí, a la hora de añadir el jengibre se ha de hacer en su justa medida debido al intenso sabor y al aroma que desprende. Su sabor es muy fuerte, algo picante y muy aromático, lo que significa que al utilizarlo conviene ir probando hasta lograr el sabor deseado. Esta especia tiene como particularidad que a medida que se cocina se torna agradable, perdiendo su sabor picante, pero nunca pierde su aroma.
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/complementos_dieteticos
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